La inversión de impacto en América Latina hacia un continuo de despliegue de capital en el espectro de expectativas de retorno financiero y de impacto
Por Mónica Vásquez Del Solar, Head of Business Development and Partnerships en Social Nest Foundation
La onceava edición del Foro Latinoamericano de Inversión de Impacto (FLII) ha sido un reflejo de una América Latina pujante que está en el camino de convertirse en el gran gigante de la inversión de impacto a nivel mundial.
Más de 700 personas de 25 países nos reunimos en Mérida, México, para inspirarnos y para conectar alrededor de la intención deliberada de generar impacto social y ambiental a través de los negocios. La intencionalidad de generar impacto es lo que hace este sector especial, sin embargo, para generar cambios a gran escala es necesario que la lógica de la intencionalidad penetre en el mundo empresarial a toda escala y que se convierta en la norma. Sin duda, hay avances para lograr esa transición en América Latina, sin embargo, aún queda mucho por hacer. América Latina es objetivo de 3,7 mil millones de dólares de activos bajo gestión¹ para inversión de impacto. Sin embargo, las inversiones están centralizadas en determinados sectores como la agricultura y las microfinanzas, y si bien en el periodo 2018-2019 se evidenció una mayor movilización de capital en pequeñas inversiones (menores de 500.000 dólares), estas se han dado en pequeñas empresas ya establecidas, y no en nuevos modelos de negocio que se encuentran en etapa temprana².
A partir de nuestra participación en FLII, compartimos aquí algunas reflexiones y lo que para nosotros han sido las aportaciones más destacables del encuentro:
→ El tamaño de las soluciones empresariales y el volumen de capital que se requiere movilizar en América Latina para contribuir de manera significativa a las soluciones de las problemáticas más urgentes que afectan la región debe ser mayor. Esto implica posicionar la inversión de impacto más allá del mundo del “emprendimiento”, es decir más allá de la etapa temprana. Cuanto más escalen las empresas de impacto, mayor será su influencia en la economía, y más factible será la transición hacia un mundo mejor para todos. Sin embargo, es en dicha etapa donde se encuentra la principal brecha de financiación en la región. Construir un pipeline de compañías que estén “investment ready” para el capital existente en la región requiere acelerar la movilización de capital hacia la etapa temprana. En el bien llamado “missing middle”: empresas muy grandes para las microfinanzas, pero muy pequeñas para el capital privado.
→ Hacer accesible el capital para esa etapa implica un cambio de paradigma, en dos aspectos esenciales. El primero, la inclusión del trinomio rentabilidad, riesgo e impacto, buscando no solo invertir en empresas con el mejor desempeño, sino en aquellas con el mayor impacto positivo en la sociedad como producto de dicho desempeño. El segundo, la inclusión de una mirada sistémica, pues muchos de los problemas que afectan América Latina son problemas sistémicos, y como tal requieren respuestas del mismo tipo. Por lo tanto, los gestores de capital tienen la gran oportunidad de innovar en el diseño de las estructuras de financiación y mecanismos de inversión que permitan abordar dichas problemáticas. Esto también implica una dinámica más interactiva entre diversos actores que se desempeñan a lo largo del espectro de provisión de capital en la región.
→ Si bien hay empresas de impacto que pueden ser altamente rentables, para muchas, es un desafío conseguir que los tres elementos estén presentes (retorno financiero de mercado, riesgo bajo e impacto significativo), y que además haya evidencia de ello. En consecuencia, es importante que nuevos actores con menor aversión al riesgo, con mayor flexibilidad en retornos y con alta motivación por el impacto tengan un rol catalizador.
→ En ese marco, las estrategias de blended finance que usan capital público o filantrópico para incentivar la inversión privada en países emergentes necesitan ser usadas con más frecuencia para estructurar los vehículos de inversión que permitan financiar modelos de negocio en etapas tempranas y con un enfoque más sistémico, mitigando la percepción de riesgo, y al mismo tiempo contribuyendo a su preparación para la inversión comercial. Este tipo de capital catalítico o concesional que puede ceder el retorno financiero para favorecer el impacto necesita ser movilizado (por lo menos en la etapa temprana) a gran escala y para diferentes estrategias de inversión.
→ Sin duda atraer capital de impacto a América Latina -sea catalítico o con retorno de mercado- representa un desafío, pero como cualquier iniciativa innovadora, representa también una gran oportunidad. El auge de la inversión ESG a escala global se ha concretado en nuevas prácticas de inversión que han puesto en evidencia un apetito que suma al retorno financiero por parte de los inversores actuales. Si la generación actual ha mostrado desde ya esa evolución, es posible predecir que la próxima generación de inversores puede ir aún más allá y liderar la revolución del impacto en el mundo financiero. Esa es una oportunidad que debe ser aprovechada.
→ En términos generales, los individuos de alto patrimonio y los family offices juegan un rol clave en esa revolución, debido a su flexibilidad y agilidad en la toma de decisiones, y a la posibilidad de definir objetivos de inversión de manera independiente. Sin embargo, son los miembros más jóvenes, los llamados Next Gen, aquellos entre 25 y 45 años, quienes están más motivados por alinear el patrimonio familiar con sus valores, y quienes se sienten más atraídos a la inversión de impacto que las generaciones precedentes. Este cambio de mentalidad en dueños de capital conducirá, sin lugar a duda, a un nuevo paradigma de inversión.
Es por todo esto que desde Social Nest Foundation buscamos contribuir a la movilización de capital en América Latina a través de nuestra iniciativa Fi Impact Investing, que busca inspirar, educar y conectar a dueños y gestores de capital, especialmente Next Gen, y fundaciones filantrópicas europeas en cuanto a las oportunidades de inversión de impacto que existen en la región, conectando ambos continentes y generando procesos de aprendizaje colectivo. A través de programas de formación, eventos y generación de evidencia, se posicionará la necesidad de desplegar capital en un espectro continuo de apetitos de retorno e impacto, y bajo la premisa de que las brechas existentes pueden ser abordadas por estructuras de financiación e instrumentos mixtos, en los que nuevos actores pueden jugar un rol clave.
En ese sentido, creemos que es primordial entender el ecosistema de inversión de impacto global como un engranaje en el que todos los actores son importantes. La constelación de actores (emprendedores, incubadoras, aceleradoras, dueños de capital, gestores de capital, entes regulatorios) necesitan interactuar y construir de forma colaborativa, nuevos significados y nuevas prácticas que puedan masificarse y perdurar en el tiempo.
La primera de nuestras acciones Fi previstas para este año tendrá lugar en Ámsterdam el próximo 15 de junio en forma de encuentro entre una selección de fondos y startups que están contribuyendo a resolver los problemas sociales y medioambientales más acuciantes en España y Latinoamérica e inversores individuales y family offices europeos, con el objetivo de conectar a estos últimos con oportunidades reales de inversión y darles a conocer de primera mano la experiencia de inversores privados que ya están desplegando capital en la región. Si deseas recibir más información sobre el Fi Gathering Amsterdam y otros próximos programas y eventos, puedes suscribirte a nuestra newsletter aquí.
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¹ ANDE encuestó a 83 inversores con activos bajo administración que apuntan a la inversión de impacto en América Latina por un total de 3,7 mil millones de dólares. En 2018-2019, estos inversores desplegaron más de 600 millones de dólares a través de 619 acuerdos. No incluye inversiones realizadas por agencias internacionales de desarrollo.
² Informe: La inversión de impacto en América Latina. ANDE. 2020.